Pregúntate tú sobre tu propia prédica, el verbo poderoso, porque si no conoces tu respuesta vanamente intentarás entender otras.
Puede ocurrir que en el ejercicio el único consenso sea el nombre de la acción, en cuyo caso una práctica 'compartida' podría resultar extrañamente(?) monológica.
Pregúntate por lo que predican todas las palabras, pero más intensamente, por lo que predican aquellas a las que llamas tuyas.
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