O lamerme con presencia
el raspón del abandono.
O aceptar mano a prueba de fallos
que reeduque mi ternura.
O nacerme mueca de sonrisa
cada instante alegría mediante.
O entender que la mentira es
una triste herida por incapacidad.
O que no se sana en uno
sino en dos.
O lamernos en lo sano para
olvidar cómo sabe el gusto
de lo muerto.
O sí.
O no.
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