miércoles, 10 de enero de 2018

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Durante, florecí el estallido del cauce, sin bálsamos, el tiempo restante me pareció un texto otro, un nexo añejo. No alcancé a pintarme las uñas de los pies porque dos o tres se me han estropeado apenas pasados los últimos funerales. También, el dedo del anillo social, en la mano derecha, lleva la uña despegada y blanca desde hace una veintena de años; suelo esmaltarla, no obstante cierto pudor recae cuando debo entregar no sólo la palma abierta hacia arriba, el dedo de la uña enferma espanta la caricia por contagio, por la idea del contagio que ignora el luto anular del compromiso roto; del hongo que vino a comerse lo muerto, el deseo.
Durante, mi crédulo don de todolopuedo esmaltó también por enésima vez el miedo de que no puedo nada, pero te puso unos cuantos platos de comida hecha en casa para que Amor te saciara las tripas; un par de botellas vacías y el olor de la papa dorada me agrietan a estas horas el ritmo alegre que pusimos a correr. No me asistas desde las cintas analógicas ni desde el robot transmisor que ya me escupe los mejores discos, es menester la impiedad para comprender lo roto.
Durante, las preguntas sin respuestas se añaden al motivo repetido: estruendo detonado por el silencio, ni siquiera por la palabra torpe tanto como por el silencio... Tu espanto se traduce en una pena y yo no sé ir por la vida haciendo de cuenta que no pasa nada; yo no veo otra forma que el habla o la mismísima mirada confrontante frente a lo inefable; mala mía al pifiar y sin recular confirmo: no creo en ninguna clase de amor irresponsable ni creo que Amor sea cancha para el valetodo, mucho menos cancha para la mentira.

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