jueves, 10 de noviembre de 2011

Nadie para juzgarte

una caminadita hacia adelante, las puntas de los pies parecen firmes pero
vuelve una, vuelve la otra
balance

o
encajo y relajo
respiro y pienso
en esas dos frases extremo que escuché hablar con las consonantes tan bien colocadas
con las vocales tan bien moduladas...

recordé episodios del verano cuando lloré a mi perra muerta y me fui
de un momento hacia otro momento siguiente, muy siguiente, me fui;
recordé su rostro entendiendo que no había demasiado más para aclarar
nuestras caras de todoclaro
hinchadas
recuerdo el dolor de la partida de mi perra,
negra,
mi perra con el nombre que inicia con /pe/...

Esta despedida no debiera dolerme tanto como cada una de las despedidas previas en las que me embarqué, por puro apasionada de los barcos hechos a medida de glaciares, por puro creída én [sí, el acento es mío]...
No debiera dolerme como un balde de pintura de muchos litros, lleno de muchos litros de pintura, sobre el pecho, apoyado, que al minuto 5 te molesta un poco pero después de casi asfixiarte en el minuto 16 ya te empieza a gustar en el minuto 17, de un momento a otro momento siguiente, no debiera dolerme así.

Ya nos despedimos muchas veces. Yo, me despedí muchas veces. Yo, té despedí muchas veces. Material reciclable -me pregunto-, tan bulliciosamente estable y tan perfectamente descentrado, jodido porque alguna patadita de sinquerér lo desacomodó, no por motus propio, claro que no, fue algo extraño, fue algo ajeno lo que lo estropeó y así, siempre el afuera es tan peormente culpable de la despedida y no sólo de ella sino también de la reincidencia de ella tanto así que las bienvenidas fueron celebradas desde uno sólo de los dos parlantes del estereo. La bienvenida siempre significó para vos una fiesta en la que yo practicaba mis mejores colores. Mis mejores colores.
Esta mancha en la que te atreviste -no sé si por costumbre, por miedo a que te salpique, por demencia o por descuido- a poner los dedos para fundir [acá ya no caben consideraciones diferenciales de tono y color, acá la mancha enrosca lo radiante del caso] para desmembrar mi paleta de colores, esta mancha es el color de la équis despedida que ensayo para mí misma, con palabras que sé que sólo yo comprendo, esta mancha.


No tendría por qué haber explicado que lo sensible no me describe en un único momento, que mi sensible es tan igual que yo, todo el tiempo, me es, no es que se me escape. ¿Qué parte se ensuciaba?


Tuve que colocarme
en el mismo lugar que vos
para poder entender al sentir
muchas cosas que hoy
preferiría no haber sentido.


Pero, sentí.


Ignoro los extraños mecanismos tuyos
para procesar la información que te llega de afuera
ignoro cuál tamiz mental troca lo externo como motor de períodos de fuga
de fuga de conciencia
de fuga de paciencia
de fuga de arrorómi
niño.

Dormís dentro de una cuna sobre la que cualquier juicio caería filoso.

Ahora hay nadie para juzgarte.
Ahora hay nadie para entender
que tu miedo feroz
te vuelve trampa.

Tu corazón es grande.
Pero,
tu ira malcurada tiene más fuerza
[bastante más],
es una espina clavada en la carne debajo de la uña del ego

una sangre de gota brota
casi esférica y estalla en el aire...



un momento hacia otro momento
se me hace mancha contra el piso.



Nadie te juzga. Es que ahora, hay nadie.


Alegría.



fotomía
'Ahí está la cosa'

3 comentarios:

  1. en ese barrio he caminando los caminitos de los jardines, ó trepado en el pasamanos!

    ((( !!! )))

    qué buena foto
    chau

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  2. CREO QUE DE MI PARTE NO HACEN FALTA COMENTARIOS..SIMPLEMENTE ACOMPAÑO LA LECTURA CON UNAS GOTAS DE SALADO SABOR QUE NO PROVIENEN DEL CIELO SINO DEL INTERIOR DE UN VOLCÁN BASTANTE SIMILAR AL QUE HABITA EN TU INTERIOR...CONMOVIDA...ME HUBIESE GUSTADO TANTO PODER EXPRESARME ASÍ...

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