Cuento
días,
horas,
hojas del libro, del árbol.
Amaneceres: amantes amarillos,
racimos de girasoles.
Copas vacías,
guerras de la infancia:
olores / aromas,
cosas / rosas.
Cuento lo que encuentro en ciudades que se entregan
a los pies que las caminan,
semáforos que separan cuadras que también cuento.
Esquinas,
fantasmas en paracaídas.
Mujeres solas o
con sombrero,
con niños,
con perros,
con mujeres,
con hombres.
Mujeres sin zapatos.
Hombres sin zapatos.
Ciclistas.
Malabaristas.
La llovizna que cae y la que no,
el sol.
La adolescencia de mis gatos,
las veces que nombro el nombre de mi perra.
Cuento las muertes viejas y lentas
que pasan por las vidas que cuento.
Cuento cuanto ocurre,
cuanto no ocurre, cuento, y
todo lo que imagino
lo imposible,
lo invento.
Tazas,
vasos para el whisky,
hielos que echo en el licor de menta,
la menta y las pestañas,
las hojas modificadas de las cebollas
—las lloro y cuento—.
La redención,
la coincidencia precoz,
la conciencia o voces de
canciones conocidas.
Cuento lo que canto
—y, lo cuento de tantas maneras—:
repeticiones de los cipreses
sueños perfumados
años
—tantos—.
Cuento a las mujeres el amor perfecto:
Tus ojos en todas las miradas, en
las pupilas que se agrandan, en las
pupilas de todos los ojos con mirada.
Cuento tus dedos y los anillos y los
círculos que encierran círculos que
los encierran.
Jaulas vacías,
camas vacías,
sábanas vacías.
Patios.
Al patio
—lo cuento siempre—.
O tus manos en las manos
de los hombres sin zapatos.
Cuento hijos de puta y
no te cuento entre ellos.
Cuento hombres malos y tampoco
te cuento como cuento y canto los
hijos que no tuve.
Tus hijos que no tendré y
que por eso cuento
—para distraerme—.
necesarias melancolías…
¡Oh!,…
Así la dicha que me queda:
el perfume y la camisa o
una toalla mojada abandonada
sobre la almohada sobran las
décadas de Charly y Spinetta,
paquetes de cigarrillos y
un pomelo acupunturado
la miel
este existir en el mundo
de las cosas que cuento.
La reencarnación
los pasos que me llevan
la llovizna que vino
—¿el vino?—
y te trajo,
la llovizna que purificó
este amor que cuento
que
—¡como puedo, cuento!—
que
—¿cómo lo cuento?—.
..............
Alegría.
Necesarias melancolías... ahhh, amora cuenta verdad. Te amo
ResponderBorrarmuy bueno···············
ResponderBorrarGracias!
BorrarGracias........
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