miércoles, 14 de octubre de 2009

Ocupaciones

Mucho tiempo de mi vida pasé planteando mi relación con los miembros de mi familia. Haciendo de padre o madre de su padre o madre, haciendo hermandad con sobrinostíos llegados en destiempos generacionales por alguna que otra beatitud reproductiva de los adultos mayores. Ocupaciones. Mucho tiempo de mi vida me desplacé, evidentemente, por uno u otro lugar ocupándome de otros y desocupándome de mí.
De algún extraño modo, cuando ya una cree que ha superado y ha definido o por lo menos sistematizado vínculos, las vueltas de la vida —o una rara motivación interna— te arrojan de nuevo al sitio del que saliste recayendo en la re-ocupación de lo que pensaste que habías desocupado. La diferencia es que una ya se conoce ese lugar y se puede admitir el rol y sostenerlo para beneficio ajeno, sobre todo para beneficio ajeno, y pasadas las circunstancias el ‘correrse’, el desocuparse tiene una lógica menos complicada o por lo menos más sapiente y menos dolorosa. La experiencia previa amortigua, eso lo sabe el cuero y el cuore de cada uno.
En estas cosas pensaba mientras rellenaba empanadas. La preparación de empanadas tuvo, en mi familia, una cosa histórica importante. Yo relleno, vos repulgás. Ataque de empanada que me encuentra a los 30 pensando en las veces que vi desde el borde de una mesa grande a mi bisabuela, a mi madre y a mis tías rellenando unas, repulgando otras. En aquel entonces yo no sabía qué lugar ocupaba, estaba simplemente en un borde de madera circular.
Me parece que por más que uno aprenda a correrse a tiempo de las ocupaciones que ha aprendido la cotidianeidad te vuelve a poner en los mismos lugares. Me parece que estar al borde de la mesa circular. Supongo que eso mismo fue lo que hizo que a los 30 tomara la masa con la mano y enfrentara a la empanada. Creo que eso ya es un asumirse y un correrse un poquito más hacia un centro. Eso sí, del repulgue te encargás vos, porque en ese lugar no me siento para nada feliz. Trabajo en grupo, que le dicen. Yo me encargo del relleno y al boladito lo ponés vos. Eso para las empanadas, pero ¿quién te dice que no y a lo mejor alguna vez nos salimos de esta ciclotimia y nos corremos de la familiar tradición y ponemos un cartelito grande en la puerta de casa que diga: ‘Repulgamos canelones’?

2 comentarios:

  1. retomar lo conocido y recaer en ocupaciones que antes no ocupábamos... (necesito que armes la empanada para poder repulgar... )

    no hay repulgue sin canelón?

    ResponderBorrar
  2. no hay canción sin repulgue!



    lo cotidiano debería aferrarse a la canción y al repulgue de gente no deseada!

    ResponderBorrar

Contacto